Terciopelo rojo, castaño inmenso

Mobiliario rural inevitable de probar. Siempre viene bien un descansito a mitad trotada. Cuántos cuerpos habrá reconfortado esta preciosa silla de época, de terciopelo encarnao, ahora proscrita, arrumbada entre los escombros... Saldremos guapa de estos tiempos convulsos, no lo dudes.
A salir pues... Arreo con Esteban, está saliendo del pozo. Bueno, ya ha salido del pozo de esa lesioncilla gracias evidentemente a Rafa, un quiro acojonante. Arreamos pues por el macizo del Maigmó pista arriba en dirección al Estret desde la Vía Verde. Nos vamos a echar cuatro horillas entre pinos, piedra, calor y brisa. Alcanzamos el Estret y nos metemos en el barranco hacia el Coll de l'Exau. A nuestras espaldas dejamos el impresionante Cid:
Pegaditos al Maigmonet ascendemos a la caseta de vigilancia forestal y nos llegan los primeros calores. No tanto, ni mucho menos, como lo que han padecido en Castellón nuestros hermanos de trote. Aquello ha sido demoledor, esto es una combinación de sol y brisa de lo más llevadero. Empalmanos senda tras senda hasta llegar a los aledaños de Xorret de Catí. La Serra dels Frares desde aquí abajo es diferente, preciosa también. Dejamos el complejo a la derecha y llegamos al Mas de l'Administració. Espectacular caserón arruinado. Pinos imponentes y sombra celestial.
Pero lo que más me llama la atención es un tremendo árbol que se planta chulo en el principio de la Rambla del Badallet. Está florido, levanta más de 20 metros del suelo y se marca un perímetro de lo mismo o más.
Voy a abrazarlo. Eso es un bote de nocilla enterito, o tres litros de gel marranero. La ostia de verdad. A todas luces nos parece un castaño. Es bestial. Me llama de nuevo la atención una robusta carasca que hay a poca distancia, pero no tanto como este 'abuelo'. Nos recargamos a su sombra.
Descendemos alegremente el Badallet por una senda de tierra y después por la rambla pedregosa hasta que rozamos el Pantanet. Un giro y ascenso a la izquierda antes de tocar la pista nos pone con el sol en la chepa en dirección a Rabosa. El sol está ya en el sur. La siguiente meta son los grifos de este parque. Agua no tratada y fresca que nos dejamos caer por la gola. Seguimos. Esteban derrocha su sabiduría geológica que escucho atentamente. Arcillas y yesos, cristales y calizas... También camamirlas, romeros, tomillos y otras aromáticas... En un mes tendré que salir a recoger para hacer herbero. Y con estas nos plantamos en la Foradà. Ha sido la última subida. Allá la norte del Maigmó y la pista que nos va a dejar donde empezamos.
Todo trote hasta el final. Un gustazo ver los bancales labraditos. Las almendras aún se dejan hincar el diente, los higos duros, creciendo, empapándose de esa miel salvaje que tanto me fascina. Creo que es mi fruta favorita, no sé realmente por qué. A este final le ha faltado una acequia con agua, un pedacito de bahía, un regato miserable...

Comentarios

  1. Ehhh!!, Mestre por ahí hemos pasado tu y yo, como moló ehhhh?, volveremos a repetir sino por el mismo sitio, muy cerca.

    Me alegro muchísimo que ya estés entero, que te hayas recuperado, pero eso ya sabía que sucedería... Bicho malo...

    Un abrazo gordo.

    Elías

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